NOTA FINAL E INVITACIÓN
Cualquier lector habrá advertido que en estas páginas se proclama hasta la saciedad y casi hasta la extenuación, el inmenso desprecio que el autor de este trabajo siente por aquellos hijos de los hombres que, con la evidente intención de comer de ese lucrativo negocio, han pretendido y todavía pretenden, servirse de los dioses; de todos los dioses, de los falsos y de los “verdaderos”.
Me estoy refiriendo a esos individuos que aseguran: a) que los dioses de unos piadosos adoradores luchan contra los devotos fieles de otros dioses; b) que los dioses castigan a los hombres con la intención de probarles en el crisol de la fe; c) que los dioses consienten las más terribles desgracias para sus piadosos creyentes, afiliados y clientes; d) y por último, que los dioses asesinan niños inocentes.
Para ellos, para esa gente, para calmar sus ansias de una réplica soberbia, reitero unas palabras del inicio de este ensayo:
Como es lógico, al autor de este trabajo le interesan las opiniones o las críticas en contra de las teorías que aquí se exponen. Pero eso sí, le interesan poco. En principio, a menos que se posean pruebas y evidencias a favor o en contra, la crónica de unos sucesos lógicos y racionales no necesita ser reprobada ni corroborada.
De todas maneras, si en forma de "filantrópica" colaboración, esa gentuza desea hacer una sumisa rectificación en la que se reconozca una profunda modificación en sus especulativas creencias, pueden hacerme llegar sus tolerantes desacuerdos, sus piadosas críticas o sus cariñosas burlas. Yo, por mi parte, desde mi feroz intransigencia, sólo deseo insistir en que sus opiniones, aún pareciéndome interesantes, no me interesan.
Y todo esto, reconociendo que por no ser un "iluminado", puedo haber incurrido en el más absoluto y tremendo error.
Por fin, a todo aquel que, aceptando la inexistencia de los dioses verdaderos, sólo cree en los dioses falsos; a esas personas ––que son muchas menos de las que ellos mismo piensan––, y que pueden prescindir de la ilusa esperanza, desde aquí, con mi mejor voluntad, les propongo el análisis, el comentario y la crítica de todos y cada uno de los temas expuestos en esta monografía. Me alegraré mucho, y además puedo asegurarles, que sentiré esa alegría solamente por ellos.
No obstante, como acabo de afirmar en una muestra más de mi machaconería, voy a repetir la cláusula de obligado cumplimiento que, con seguridad, se calificará como inflexible y de “tolerancia cero”:
Esta invitación para una racional reflexión es sólo para los NO CREYENTES.
LA IDENTIDAD DEL AUTOR
Además del nombre, ya anotado al inicio, la identidad del autor de este trabajo carece en absoluto de importancia. Es, solamente, uno más de los hijos del hombre.
El autor sabe, por supuesto, que esta monografía será impugnada y rechazada desde muy distintos ámbitos. De todas formas, y reconociendo de antemano que en este ensayo se han depositado un número muy considerable de necedades, se declara como único responsable de todas ellas, pero..., al mismo tiempo, hace constar que:
Sin una prueba fehaciente en contra de sus teorías, el autor no cederá ni un ápice de razón en la esencia de contenido de este ensayo que, por supuesto, no termina aquí.
Si abandonas una obra de arte traicionas a tu padre y robas a tu hijo. (Yo)
Disculpen esta presuntuosa comparación.
COMPLEMENTOS DEL TESTIMONIO
ÍNDICE
Ezequiel. (Ez. 1 a 4)
Salomón (Sa. 1 a 26)
Jeremías (Je. 1 a 9)
Los caballeros del Templo (LT. 1 a 9)
Cualquier lector habrá advertido que en estas páginas se proclama hasta la saciedad y casi hasta la extenuación, el inmenso desprecio que el autor de este trabajo siente por aquellos hijos de los hombres que, con la evidente intención de comer de ese lucrativo negocio, han pretendido y todavía pretenden, servirse de los dioses; de todos los dioses, de los falsos y de los “verdaderos”.
Me estoy refiriendo a esos individuos que aseguran: a) que los dioses de unos piadosos adoradores luchan contra los devotos fieles de otros dioses; b) que los dioses castigan a los hombres con la intención de probarles en el crisol de la fe; c) que los dioses consienten las más terribles desgracias para sus piadosos creyentes, afiliados y clientes; d) y por último, que los dioses asesinan niños inocentes.
Para ellos, para esa gente, para calmar sus ansias de una réplica soberbia, reitero unas palabras del inicio de este ensayo:
Como es lógico, al autor de este trabajo le interesan las opiniones o las críticas en contra de las teorías que aquí se exponen. Pero eso sí, le interesan poco. En principio, a menos que se posean pruebas y evidencias a favor o en contra, la crónica de unos sucesos lógicos y racionales no necesita ser reprobada ni corroborada.
De todas maneras, si en forma de "filantrópica" colaboración, esa gentuza desea hacer una sumisa rectificación en la que se reconozca una profunda modificación en sus especulativas creencias, pueden hacerme llegar sus tolerantes desacuerdos, sus piadosas críticas o sus cariñosas burlas. Yo, por mi parte, desde mi feroz intransigencia, sólo deseo insistir en que sus opiniones, aún pareciéndome interesantes, no me interesan.
Y todo esto, reconociendo que por no ser un "iluminado", puedo haber incurrido en el más absoluto y tremendo error.
Por fin, a todo aquel que, aceptando la inexistencia de los dioses verdaderos, sólo cree en los dioses falsos; a esas personas ––que son muchas menos de las que ellos mismo piensan––, y que pueden prescindir de la ilusa esperanza, desde aquí, con mi mejor voluntad, les propongo el análisis, el comentario y la crítica de todos y cada uno de los temas expuestos en esta monografía. Me alegraré mucho, y además puedo asegurarles, que sentiré esa alegría solamente por ellos.
No obstante, como acabo de afirmar en una muestra más de mi machaconería, voy a repetir la cláusula de obligado cumplimiento que, con seguridad, se calificará como inflexible y de “tolerancia cero”:
Esta invitación para una racional reflexión es sólo para los NO CREYENTES.
LA IDENTIDAD DEL AUTOR
Además del nombre, ya anotado al inicio, la identidad del autor de este trabajo carece en absoluto de importancia. Es, solamente, uno más de los hijos del hombre.
El autor sabe, por supuesto, que esta monografía será impugnada y rechazada desde muy distintos ámbitos. De todas formas, y reconociendo de antemano que en este ensayo se han depositado un número muy considerable de necedades, se declara como único responsable de todas ellas, pero..., al mismo tiempo, hace constar que:
Sin una prueba fehaciente en contra de sus teorías, el autor no cederá ni un ápice de razón en la esencia de contenido de este ensayo que, por supuesto, no termina aquí.
El mismo día en que Cervantes puso punto
final al Quijote, el Curioso Impertinente le preguntó: ¿Ya has terminado, tío? ¿No
tienes nada más que decir?
Leonardo
da Vinci —que andaba por
allí con su Madonna Lisa bajo el brazo—, respondió a
su indiscreto paisano Anselmo:
Una obra de arte nunca se
termina, sólo se abandona. (Leonardo)Si abandonas una obra de arte traicionas a tu padre y robas a tu hijo. (Yo)
Disculpen esta presuntuosa comparación.
COMPLEMENTOS DEL TESTIMONIO
ÍNDICE
Ezequiel. (Ez. 1 a 4)
Salomón (Sa. 1 a 26)
Jeremías (Je. 1 a 9)
Los caballeros del Templo (LT. 1 a 9)
No hay comentarios:
Publicar un comentario