Epílogo

Al lector:

Antes de despedirme de usted, y después de agradecerle muy sinceramente su alarde de paciencia al haber llegado hasta aquí, le propongo un pequeño juego. En realidad, más que un juego, es un ejercicio con el que pretendo, una vez más, aprovecharme de su tolerancia para rogarle que efectúe una lógica y crítica recapitulación, sobre la posibilidad de encontrar algún acierto en las interpretaciones de los acontecimientos que han sido tratados en este trabajo.

 


Para ello debemos hacer un ejercicio de imaginación:
Supongamos que usted y yo somos integrantes de una expedición que, procedente de otro sistema estelar, ha llegado hasta el hermoso planeta Tierra.
Como no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta que usted y yo formamos parte del proyecto, nuestra misión es únicamente científica y docente; nuestras intenciones absolutamente respetables y nuestra actitud pacífica y amistosa.
Una expedición científica de estas características, y que por lo tanto, se presupone bien diseñada y planificada, tendrá entre sus objetivos, al menos los dos siguientes propósitos:

Primero.
Explorar todo el planeta, recoger muestras, detectar metales, cuantificar las reservas de productos energéticos, medir la densidad de los minerales, determinar la gravedad, el espesor de la atmósfera, investigar sobre las diferentes temperaturas, conocer la pluviosidad, la salinidad de las aguas, la contaminación, las radiaciones solares, el posible impacto de meteoritos, etc., etc., etc.

Segundo.
Nuestra misión tiene un objetivo primordial, una intención final, que resulta más importante que todas las demás: conocer y estudiar a los seres humanos ––hijos del hombre––, habitantes de ese planeta.

Después de darnos un garbeo por todo el este maravilloso mundo, y una vez efectuados los estudios proyectados para la primera fase, iniciamos la segunda:
Vamos a conocer al hombre.

Y es ahora cuando nos enfrentamos con las posibles incógnitas que vamos a encontrarnos para llevar a buen fin el programa establecido, y para resolver nuestro particular decálogo. Y aquí, si usted lo desea, es donde puede elaborar su propio plan de trabajo para buscar posteriores semejanzas o divergencias. Pero si ya le escasea la resignación y desea terminar cuanto antes, también puede colaborar asintiendo o denegando a estas diez cuestiones:


Uno. ¿Donde posamos nuestra astronave?
Si hubiese ocurrido en los tiempos actuales, yo desestimaría absolutamente la posibilidad de estacionar nuestra aeronave frente al Capitolio en Washington o en la plaza Roja de Moscú a las puertas del Kremlin. Y, por supuesto, evitaría el engorro protocolario de verme obligado a saludar a un inmenso tropel de políticos profesionales en la "tertulia" del edificio de las Naciones Unidas.
En aquellos tiempos bíblicos, lo más aconsejable y lo más seguro para todos ––sobre todo para los agresivos habitantes de este hermoso planeta––, sería que, con todas las precauciones imaginables, intentásemos establecer contacto con un solo individuo y en un lugar aislado. Un sitio idóneo hubiese sido un despoblado, un desierto, una montaña.
Naturalmente, una vez transmitido el mensaje, nosotros, haciendo uso de nuestro poder, ayudaríamos al mensajero procurando el éxito de la misión.
Y, así sucedió: El primer contacto se produce en una montaña perdida en un paraje desértico; después, Moisés es ayudado por Yavé.
Éx. 3, 1-5: … Llevóle un día más allá del desierto; y llegado al monte de Dios…
Éx. 3, 12: Dios le dijo: Yo estaré contigo...


Dos. ¿Cómo nos presentaríamos ante ese individuo? ¿De qué manera justificaríamos nuestra visita?
Yo creo que sería muy lógico que nos presentásemos como unos seres amigos que descienden de los cielos con la única intención de proporcionar ayuda.
Éx. 3, 8: He bajado para librarte de las manos de los egipcios …y subirte a una tierra fértil y espaciosa.
Yavé lo dice con toda claridad: He venido para ayudarte.


Tres. ¿Contactaríamos físicamente con los hombres del planeta, o por el contrario, procuraríamos con todos los medios a nuestro alcance, que aquellas gentes no se aproximasen a nosotros? Y sobre todo, aunque nosotros fuésemos mucho más guapos que ellos, evitaríamos que vieran nuestro aspecto físico.
Éx. 3, 5: No te acerques… Éx. 19, 12-13: Guardaos de subir vosotros a la montaña… quien tocare la montaña morirá… Hombre o bestia, no ha de quedar con vida. Éx. 19, 17: Y se quedaron al pie de la montaña. Éx. 19, 21-25: Baja y prohibe terminantemente al pueblo que traspase el límite marcado para acercarse a Yavé. …El pueblo no podrá subir a la montaña pues lo has prohibido terminantemente. Éx. 20, 21: El pueblo se mantuvo a distancia. Éx. 24, 2: … Sólo Moisés se acercará a Yavé, pero ellos no se acercarán… Éx. 33, 19:... pero mi faz no podrás verla, porque no puede hombre verla y vivir.
Se ha establecido una zona de seguridad; un perímetro de protección. Para sortear impacto y la alarma que suelen ocasionar las “diferencias” físicas, procuraríamos no mostrarnos ante ellos. Dicho de otra forma: entre unos y otros, deberá correr el aire.


Cuatro. A continuación transmitiríamos a ese hombre un mensaje para su pueblo, tribu o grupo social.
Éx. 3, 16: Ve, reúnete con los ancianos de Israel, y diles: Yavé… se me ha aparecido y me ha encomendado que os diga… Éx. 3, 18: Ellos te escucharán, y tú, con los ancianos de Israel, irás al rey de Egipto y le dirás…
Yavé ha nombrado a Moisés su profeta. Los visitantes han elegido a su embajador y portavoz ante los hombres.


Cinco. Una vez establecido el primer contacto con nuestro mensajero-representante, nos aseguraríamos una fácil comunicación con él, a fin de permanecer en contacto y concertar los siguientes y sucesivos encuentros.
Éx. 4, 17: El cayado que tienes en la mano, llévalo, y con él harás las señales. Éx. 4, 20: …llevando en sus manos el cayado de Dios. Éx. 17, 5: Lleva en tus manos el cayado. Éx. 17, 9: Yo estaré sobre el vértice de la colina con el cayado de Dios en la mano.
Yo, desde luego, entendería como una buena decisión el facilitar a ese mediador un teléfono móvil.


Seis. Después de establecido el contacto con la totalidad del grupo social, procuraríamos disipar sus temores intentando cubrir sus necesidades básicas. Para ello, pondríamos a su disposición agua, alimentos y medicinas.
Éx. 15, 25: Moisés clamó a Yavé, que le indicó un madero que él echó en el agua, y ésta se endulzó. Éx. 17: Brota agua de la roca de Horeb. Éx. 16, 4: Voy a haceros llover comida de lo alto de los cielos. Éx. 16, 13-31: El maná.
Es bastante más fácil obtener la confianza de la gente, si desde el primer momento les alimentas y curas sus enfermedades. Y recordemos que el maná, además de alimento era un medicamento.


Siete. Una vez que hubiésemos disipado sus recelos, pasaríamos al siguiente y determinante objetivo, que consistiría en el examen y estudio de aquellos seres. Y al mismo tiempo que curábamos sus enfermedades, les instruiríamos sobre las más básicas y elementales normas de higiene.
Éx. 15, 25: Allí dio al pueblo leyes y estatutos y le puso a prueba. Tengamos en cuenta, que estatuto tiene como sinónimos: régimen, instrucción, prescripción; y que una prueba es un examen, un reconocimiento Éx. 16, 4: …para ponerle yo a prueba. Éx. 20, 20: No temáis, que para probaros ha venido Dios. Éx. 12, 1-28: Institución de los Ácimos. Recordemos que la prescripción de los ácimos es un régimen alimenticio sin fermentos Éx. 19, 10: …santifícalos hoy y mañana. Que laven sus vestidos. Éx. 19, 15: …y ellos lavaron sus vestidos. Éx. 22, 30: Sed para mí santos. No comeréis carne despedazada en el campo;
Insisto: A estos efectos deberíamos recordar que, al contrario de los que han asegurado los absurdos sacerdotes levitas, Yavé no vino a añadir dificultades e incrementar obstáculos a los hebreos, que por cierto, ya tenían problemas como para exportar. Y por otra parte, hay que ser muy sacerdote para afirmar, impunemente, que alguien se dedica a poner pruebas, dificultades o trabas a unos necesitados, dándoles agua, comida y protección.


Ocho. Después de algunos meses de convivencia, intentaríamos que abjurasen o renegasen de sus creencias idólatras, de sus crueles rituales y condenaríamos con toda energía el derramamiento de sangre.
Éx. 20, 3-6: No tendrás otro Dios que a mí. No te harás esculturas ni imagen alguna…No te postrarás ante ellas, y no las servirá…
Un dios carente de signos materiales, sin imágenes, sin adoración, sin templos, sin ritos y sin culto, es un dios que desea pasar muy desapercibido. Yavé solamente dijo al hombre:
Compórtate como un ser humano digno de ese título y olvida los dioses.


Nueve. A continuación les propondríamos un pacto de amistad.
Éx. 19, 5: Ahora, si oís mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad… Éx. 34, 10: Yavé respondió: Mira, voy a pactar alianza.
No existe nada más lógico entre buenos vecinos y, por supuesto entre amigos, que acordar y comprometerse en unas normas de conducta y de recíproca relación basándose en un pacto libremente acordado y con unas cláusulas previamente convenidas.


Diez. Por último, y para conocimiento de las futuras generaciones, depositaríamos en su poder un documento, que constituyese una demostración, una evidencia de nuestra existencia.
Éx. 25, 16: En el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Éx. 40, 20: Tomó el testimonio y lo puso dentro del arca.


En mí parecer, éste podría ser un plan de trabajo bastante lógico y aceptable. Y esto, o algo muy semejante, es lo que realmente sucedió; y así quedó reflejado en el libro del Éxodo.

Ahora, mi respetado lector, si así lo desea, y con un derecho que nadie puede arrebatarle, está en disposición de extraer su propia conclusión que, posiblemente disentirá ”levemente” con alguna de las interpretaciones que aquí se han efectuado.

Sin embargo, debería meditar muy celosamente para asegurarse, que su disconformidad se origina en el ejercicio de la razón, y no es consecuencia de un sentimiento de temor a la privación del glorioso paraíso o por la pérdida de la “última esperanza”.

Pero con independencia de una mayor o menor discrepancia, debería reconocer que en este ensayo, en el que evidentemente se niega la divinidad de Yavé, se reconoce en él:

  • Un comportamiento absolutamente digno y honorable.
  • Se declara, y así se hace constar, el sincero agradecimiento por su visita de buena voluntad y por sus enseñanzas.
  • Se manifiesta el mayor respeto que un hijo de los hombres puede tener para con otro habitante del universo.


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ÉXODO 3-14