El Propiciatorio | ¿Qué tiene mayor importancia, la tapa o los querubines? | Los querubines no son un añadido ni un complemento sobre la tapa | Yavé únicamente recibe con cita previa | La tapa propiciatoria | Los querubines | ¿Son los querubines una transgresión al pacto?; ¿suponen los querubines una contradicción del propio Yavé? | ¿Cómo surgían los querubines? | ¿Cómo se producía el “milagroso” surgir de la voz de Yavé?; ¿acaso se encontraba Yavé dentro del arca? | La misión del propiciatorio | Resumen

Dice Éxodo 25, 17-22:(17)También harás un propiciatorio de oro puro: dos codos y medio será su longitud, y de codo y medio su anchura. (18) Luego harás dos querubines de oro, de trabajo cincelado los harás, en los dos extremos del propiciatorio; (19) harás, pues, un querubín a un extremo y otro querubín al otro extremo; del propiciatorio haréis surjan los querubines sobre sus dos extremos. (20) Los querubines extenderán sus dos alas en alto, cubriendo con ambas sus alas por encima el propiciatorio, y los rostros de ellos estarán vueltos el uno hacia el otro; hacia el propiciatorio estarán vueltos los rostros de los querubines. (21) Colocarás el propiciatorio sobre la parte superior del arca, y en el arca meterás el Testimonio que te daré. (22) Allí te citaré y hablaré contigo desde encima del propiciatorio, de entre los dos querubines que estarán sobre el arca del Testimonio, respecto a todo lo que haya de ordenarte concerniente a los hijos de Israel.
En la Torah, este mismo versículo veintidós, dice así: Y allí me encontraré contigo en tiempos señalados y hablaré contigo desde encima del propiciatorio, desde en medio de los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, respecto de todo lo que te ordenaré en cuanto a los hijos de Israel.
Aquí, con la mansedumbre de los corderos, y antes de que se presenten los sabios pastores, deberíamos detenernos a meditar sobre estos dos fragmentos del versículo veintidós, que en dos de sus distintas traducciones, he señalado en cursiva: Allí te citaré y en tiempos señalados.
¿Que podrán significar estas dos frases que hablan de citas y de tiempos señalados?
¿Significarán que Yavé citaba señalando una fecha?
Posiblemente.
¿Que podrán significar estas dos frases que hablan de citas y de tiempos señalados?
¿Significarán que Yavé citaba señalando una fecha?
Posiblemente.
Y para concluir, un último versículo sobre el propiciatorio:
Núm. 7, 89: Cuando Moisés entraba en el Tabernáculo de la Reunión para hablar con Yavé, oía su voz que le hablaba desde encima del propiciatorio puesto sobre el arca del Testimonio, entre los dos querubines; así le hablaba Yavé.
Ahora, para entrar en materia, sólo hacemos una pregunta:

Cualquier persona que lea con cierto detenimiento Éxodo 25, 17-22 o Éx. 37, 6-9, advertirá inmediatamente, y sin la menor duda, que es aquello que resulta verdaderamente primordial, y que por lo tanto se desea resaltar: la tapa o los querubines.
Efectivamente, con mucho, lo esencial y fundamental en esta cuestión del propiciatorio es ese extraño asunto de los querubines.
Efectivamente, con mucho, lo esencial y fundamental en esta cuestión del propiciatorio es ese extraño asunto de los querubines.
Con esta elemental observación al reconocer la importancia de los querubines, ya hemos obtenido una primera y muy interesante deducción:
El propiciatorio es la tapa del arca; y lógicamente, y tal vez nunca resulte mejor dicho, su utilidad es de cajón. Como cualquier otra tapa de una caja su misión es cerrar el arca por la parte superior. No obstante, y siendo evidente que su finalidad era esa, el propiciatorio no es una simple cubierta o tapadera. Lo que en verdad concede auténtica importancia a esa tapa y la convierte en algo muy interesante, no es su función como plancha metálica que cubre el arcón, lo que hace excepcional a esa cubierta es el hecho de contener los dos enigmáticos querubines.
Y aquí deseo resaltar algo que debe quedar muy claro:
Los dos angelotes no son un adorno; no suponen un detalle de buen gusto; no están allí para romper la desolada monotonía de la superficie de la tapa y, por supuesto, no son dos ángeles de la guarda que en una mágica y supersticiosa creencia protegen el arca.
Y es entonces cuando surge la pregunta:
¿Para que sirven los querubines?
Muy pronto lo veremos. Pero antes debemos insistir dejando bien señalado que,
¿Para que sirven los querubines?
Muy pronto lo veremos. Pero antes debemos insistir dejando bien señalado que,

Por resultar de una gran significación, me gustaría que esto que acabo de afirmar en el enunciado de este apartado, también quedase bien destacado. Pretendo que conste con meridiana claridad, que los querubines, además de ser enormemente importantes, no eran algo añadido o incorporado encima del propiciatorio. Querubines y tapa propiamente dicha, eran una sola pieza. Así se hace constar cuando se dice:
“... formando (querubines y propiciatorio) un solo cuerpo”, “... saldrán (los querubines) del propiciatorio mismo”. “... del propiciatorio haréis surgir los querubines”.
“... formando (querubines y propiciatorio) un solo cuerpo”, “... saldrán (los querubines) del propiciatorio mismo”. “... del propiciatorio haréis surgir los querubines”.
Detengámonos un momento en esto que antecede y respondamos a estas cuatro preguntas:
1. ¿Cuál es la razón para que no se considere suficiente con reseñar, que sobre la tapa había dos querubines?
2. ¿Por qué esa insistencia en dejar bien claro que los querubines no constituyen un añadido?
3. ¿Qué es lo que se busca resaltando que esos querubines no son una posterior incorporación a la tapa?
4. ¿Cuál puede ser la intención del cronista cuando hace notar que los querubines surgen del propiciatorio?
Pueden parecer preguntas frívolas y triviales, que incluso, se podrían calificar como excesivamente meticulosas ––tontas, rebuscadas y maliciosas, dirían los sacerdotes––; sin embargo, en estos textos del Éxodo, si exceptuamos el “recogimiento” y la manduca levítica, nada carece de importancia. Y como pronto se podrá comprobar, este pequeño cuestionario que acabo de reseñar sobre la simbiosis entre querubines y propiciatorio, tiene su justificación y su pleno fundamento.
Para estas cuatro preguntas formuladas, existe una sola y única respuesta válida:
El cronista o el hábil traductor, con una redacción que, como después se comprobará es muy poco afortunada, pretende evidenciar más allá de cualquier duda, que los dos querubines no estaban adosados, pegados, soldados, adheridos o clavados encima, sino que salían de él, que estaban en él, o todavía más claramente, que esos querubines constituían una parte del propiciatorio mismo (formando un solo cuerpo).
Si, eso ya lo sé; pero ¿cuál es la razón?
Pues la razón es muy sencilla:
Porque a través de ellos, sirviéndose de ellos, se establecía una necesaria comunicación con el interior del arca. Para expresarlo con una mayor propiedad: por medio de los querubines, el interior del arca quedaba en comunicación con el exterior. Y eso era esencial; eso era algo que no hubiera podido conseguirse si pegados, clavados o encajados sobre la tapa, se hubiesen colocado las figuras, más o menos reverentes y adorantes, de dos piadosos angelotes.
Y recordemos nuevamente esa frase de Éx. 25, 22, en la que consta que la voz de Yavé:
Y recordemos nuevamente esa frase de Éx. 25, 22, en la que consta que la voz de Yavé:
Únicamente se escuchará entre los dos querubines… desde en medio de los dos querubines.
Por lo tanto, solamente allí, y mediante cita previa y en tiempos señalados, se escuchará la voz de Yavé. O sea, que se delimita perfectamente el espacio y el tiempo; o lo que es lo mismo, el donde y el cuando.

Allí te citaré y en tiempos señalados.
Yo no puedo saber que es aquello que el lector pueda interpretar de la lectura de estos párrafos en los que se mencionan palabras como citaré y tiempos señalados, pero en mi opinión no debe suponer ninguna dificultad admitir, que Yavé hablaba con Moisés o con el sumo sacerdote
mediante citas previas debidamente señaladas y ya concertadas con anterioridad.
mediante citas previas debidamente señaladas y ya concertadas con anterioridad.
Tal vez, ésta puntualización también pueda parecer de escasa importancia, pero créanme, no es así. Según yo lo entiendo, y cualquier entendedor así lo entendería, esas palabras significan, que el sumo sacerdote no podía escuchar la voz de su Dios en el momento y ocasión en que lo deseara y mediante el simple acto de entrar en el tabernáculo y acercarse al arca, sino que se indica y establece, muy claramente, que la voz llegaba al tabernáculo solamente en los momentos previamente acordados, mediante citas y en tiempos señalados. Y como inevitable consecuencia, Arón no podía decir en un momento cualquiera: voy al tabernáculo para hablar con Dios.
Claro que, con Dios tal vez pudiese hablar, pero si era con Yavé con quien deseaba ponerse en comunicación, necesitaba una cita, un tiempo señalado. Y esto, contradice la supuesta afirmación atribuida a Moisés en Dt. 4, 7, cuando dice: …dioses tan cercanos …siempre que le invocamos... Literalmente, no estaban ni tan cerca, ni tan siempre, sino que además de encontrarse a enormes distancias, únicamente tenían acceso a Yavé cuando eran citados.
Si efectuamos un breve resumen de las conclusiones obtenidas hasta este momento, reconoceremos:
Que los querubines son más importantes que la tapa.
Que los querubines no constituyen un adorno.
Que los querubines no están destinados a la protección del arca, sino a poner en contacto el interior del arca con el exterior.
Que los querubines surgen de la tapa; forman un solo cuerpo con la tapa.
Que la voz de Yavé sólo se escuchará entre los dos querubines.
Que Yavé hablará a Moisés o con el Sumo Sacerdote en tiempos señalados, o sea, con cita.
Bueno, pues para empezar el tema no está nada mal.

¿Qué es el propiciatorio? ¿Para qué sirve? ¿Cómo es que Yavé ordena que se tallen unos querubines, cuando pocos días antes había prohibido las imágenes? ¿Es una licencia que se permiten los artistas Besalel y Oliab como reminiscencias del arte o la artesanía egipcia? ¿Eran otra cosa? ¿Es algo que se añadió posteriormente?
Lo primero que se debe hacer es procurar aclarar y definir el posible significado de la palabra propiciatorio.
Propiciatorio es todo aquello que tiene la virtud o la facultad de conseguir que algo resulte propicio o favorable. Propiciar es favorecer o facilitar para que algo se logre. Se puede entender, por lo tanto, que propiciatorio es aquello que tiene la facultad de facilitar la obtención de un propósito. Y, si ese propósito es poder escuchar la voz de Yavé, la etimología de la palabra tal vez no resulte muy importante, pero la inmensa utilidad del propiciatorio es manifiesta.
Consta en Éx. 25, 17-22; 37, 6-9; en Núm. 7, 89; y en Lev. 16, 2-16, que sobre el arca había una tapa de oro macizo, una tabla propiciatoria llamada el kapporet.
Según he podido enterarme en distintos tratados, a la palabra kapporet se la adjudica dos diferentes raíces etimológicas: aquellos que consideran que proviene de kpr ––cubrir o tapar–– y los que entienden que deriva de kipper que significa volver a uno propicio o también facilitar. En realidad todos tienen razón. El kapporet servía para tapar la parte superior del arca, encajando en él de una manera ajustada y precisa, pero al mismo tiempo, tenía la utilidad de propiciar o facilitar la audición de la voz de Yavé.
Si para los hebreos, el arca es la pieza más importante del tabernáculo, y por su parte, el propiciatorio es la parte principal del arca, resulta que ese conjunto de tapa y querubines es lo más significativo, característico y representativo de todos los objetos depositados en el Tabernáculo. Ese es el motivo por el que en algún momento, y como consecuencia de esa significación, al tabernáculo se le llama bet hakkapporet ––La Casa del Kapporet–– (I Par. 28, 11).
En las interpretaciones mágicas de los levitas y sacerdotes, el kapporet es el “lugar santo” por antonomasia; el espacio más santo del Santo de los Santos; el sitio donde reside el trono de Dios. Por ese motivo, con la intención de que nadie pudiese "ver a Dios", en el día de la Expiación, el sumo sacerdote, portando el pectoral, deberá hacer que el kapporet quede invisible mediante una densa nube de incienso. Y por estas razones, al menos durante un cierto tiempo, el propiciatorio es identificado con la totalidad del arca, o al menos, como su parte más importante y significativa.
Sin embargo, que nadie se engañe ni se deje engañar:
El propiciatorio sólo era una pieza más de la totalidad.
Sin desmerecer al espléndido candelabro, y exceptuando el asombroso pectoral, el propiciatorio tal vez sea el más espectacular y atractivo de todos los utensilios, pero sólo es una pieza más. Era tan imprescindible como otro cualquiera de los demás componentes, pero no era más importante que el resto del “santo mobiliario”.
Veamos ahora que son los querubines.

Los querubines pueden ser descritos con un gran parecido y semejanza con aquellos genios egipcios representados en armarios, arcones y sarcófagos, y que, con sus alas extendidas, protegían al faraón o a la familia real. A mí, particularmente, me parece bastante lógico que los artistas hebreos, entre los cuales Besalel y Oliab eran el máximo exponente, plasmasen en sus obras motivos y figuras que eran muy conocidas y familiares en Egipto. Allí fue donde ellos habían aprendido el oficio, y lo extraño hubiera sido que presentasen imágenes con influencias de origen celta o chino.
Se ha dicho, que aquellos genios benefactores identificados como querubines, en vez de realizar la función que tenían en Egipto de protección del divino faraón, aquí, en el Tabernáculo, estaban dedicados a custodiar el arca, pero que la misión encomendada a esa especie de elfos o silfos, era prácticamente la misma.
Pero bueno eso es sólo un decir; y más que un decir es un contar. Pronto veremos que la misión de los querubines del arca no era, ni siquiera parecida, a la mágica y supersticiosa función que se supone que ese tipo de genios realizaban en arcas y armarios egipcios.
Pero bueno eso es sólo un decir; y más que un decir es un contar. Pronto veremos que la misión de los querubines del arca no era, ni siquiera parecida, a la mágica y supersticiosa función que se supone que ese tipo de genios realizaban en arcas y armarios egipcios.
Por otra parte, únicamente he dicho que parece bastante lógico que los artistas hebreos recreasen en su trabajo unas imágenes muy conocidas en Egipto. Y lo he dicho, porque resulta que en la mitología caldeo-asiria existen los Karibi o Caribú ––¿advierten los lectores alguna semejanza o parecido fonético con querubín?––. Se trata de ángeles subordinados, espíritus protectores o guardianes, que en Caldea, conducían a los creyentes al dios principal. Y debemos recordar que la mitología asiria-caldea estaba totalmente implantada y aceptada en Ur; y también convendría refrescar nuestra memoria y tener en cuenta que los hijos de Abraham procedían de esa ciudad caldea, y que, posiblemente, el nombre de sus seres mitológicos y de sus dioses no se olvidarían con facilidad. Por lo tanto, si en Egipto habían visto algún tipo de genio con alas con la misión de guardar y proteger, es muy probable que lo identificasen y lo nominasen con un karibi o querubín.
Y ahora, sólo un breve apunte para llamar su atención:
No deja de ser llamativo que todas las representaciones de seres o personajes sobrenaturales, encargados de la custodia y protección de los hijos de los hombres estén dotadas de alas. Ángeles y espíritus celestiales podrán disponer o carecer de espada, lanza, arco, escudo, casco, etcétera, pero nunca les faltan las alas. Dicho de otra forma: siempre están capacitados para volar. La “ingenua televisiva” se preguntaría: ¿por qué será?
Y puesto que todos sabemos la respuesta, seguimos con el tema y nos preguntamos: esos querubines, ¿qué eran?; ¿unos genios alados al puro estilo egipcio? o ¿un animal mitológico mezcla de hombre, toro, león y águila, tal y como era representado por los asirios?
Pues yo me inclino por los genios alados a imitación de los egipcios. Y opto por ese tipo de querubín porque, como he dicho, esa era la clase de imagen con la que estaban más familiarizados los artistas Besalel y Oliab que, aunque conocían por referencias y nombre a los Karibi o Caribú asirios, posiblemente nunca los habían representado y ni tan siquiera los habrían visto. Por lo tanto, yo supongo que los genios del propiciatorio eran unas representaciones de las semi deidades egipcias rebautizados como querubines por los hebreos. O sea, entre los artífices de la obra y Moisés, se llegó a solución pactada:
Los artistas hebreos tallaron unas imágenes egipcias y les dieron unos nombre caldeos.
Pero de todas formas, créanme si les digo que a nadie debe importar, ni lo más mínimo, que esos querubines pudieran ser genios, dragones o ángeles. Para nosotros, de igual manera que entonces para Yavé ––que por cierto los llama ángeles––, lo importante es que aquellos genios, duendes, elfos, karibi o como quiera que se les denominase, fuesen figuras respetadas y, sobre todo, como absolutamente esencial, que estuviesen dotados de boca.
Los artistas hebreos tallaron unas imágenes egipcias y les dieron unos nombre caldeos.
Pero de todas formas, créanme si les digo que a nadie debe importar, ni lo más mínimo, que esos querubines pudieran ser genios, dragones o ángeles. Para nosotros, de igual manera que entonces para Yavé ––que por cierto los llama ángeles––, lo importante es que aquellos genios, duendes, elfos, karibi o como quiera que se les denominase, fuesen figuras respetadas y, sobre todo, como absolutamente esencial, que estuviesen dotados de boca.
Si, eso he dicho: dotados de boca.

Así pues, tenemos en el propiciatorio dos genios alados a los que llamamos querubines, y que se dan las circunstancias a tener muy en cuenta, de que jamás se les rindió culto alguno; que en todos los lugares donde son mencionados se hace constar que están al servicio de Yavé; que se encuentran absolutamente sometidos a él y que son, únicamente, símbolo de su presencia. Esta precisión me parece importante, habida cuenta de la notoria prohibición de hacer imágenes.
Pero aclaremos esto, que como se verá tiene su significación.
Si estamos de acuerdo en que los querubines son unas esculturas, resulta que son unas imágenes; sí también aceptamos que Yavé había proclamado muy recientemente en Éx. 20, 4: “No harás escultura ni imagen alguna...”; y sí por último, recordamos que esa prohibición la convirtió en una cláusula del pacto, parece que no existe ninguna dificultad para que admitamos que, así de primeras, a bote pronto, da la sensación de que en este tema de los querubines se quebrantó una orden de Yavé.
Pero no es eso todo; el asunto se presenta todavía más llamativo, pues según consta, se hizo con el consentimiento de Yavé. Es más, no solamente con su consentimiento, sino en cumplimiento de sus órdenes. Y ésta si que es buena: Yavé manda construir algo que había prohibido unos días antes. En ese caso, por supuesto, no existiría una transgresión del pacto, pero sí que habría una contradicción por parte del Señor de los Cielos que, al parecer, primero prohíbe una cosa y luego ordena lo contrario.
Sin embargo, Yavé no se contradecía. Yavé no era un político profesional que, para deleite de sus partidarios, hoy dice una cosa, mañana otra y al día siguiente hace una tercera completamente diferente. Por lo tanto, resulta que algo no está como debía de estar. ¡Vamos!, que algo no es del todo correcto. Y eso también debe tener una sensata explicación.
Y, por supuesto, existe una explicación sensata; o sea, que nos encontraremos con un razonamiento no politico-profesional, no sacerdotal y no dogmático.
Sabemos que Yavé no acepta que se le dé ni culto ni adoración, y que prohíbe que se hagan imágenes. Así consta en Éx. 20, 4-5: “No te harás escultura ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni de lo que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. (5) No te postrarás ante ellas, y no las servirás, porque yo soy Yavé, tu Dios, un Dios celoso...” Y sabemos también, que unas líneas después, en Éx. 20, 23 dice: No os hagáis conmigo dioses de plata ni os hagáis dioses de oro.
Pues bien, ahí precisamente, en esos versículos 4, 5 y 23 del Éx. 20, es donde encontramos la solución. Claro que para hallar la solución, y tal y como se debe hacer con la mayoría de las dudas e incógnitas que se nos presentan en la vida, es imprescindible utilizar la lógica y el sentido común, pues si no se hace así y si se confía en las interpretaciones más o menos interesadas, será absolutamente imposible conseguir la solución, y siempre estaremos en manos de los sacerdotes o de los profesionales de la política.
Y si intentamos razonar con lógica, debemos preguntarnos:
¿Alguien puede pensar que los Señores de los Cielos pretendiesen, y en consecuencia ordenasen a los hombres, que no realizasen representaciones, figuras, esculturas o imágenes de objetos inanimados o de seres vivos? ¿De quién es la idea?
Por supuesto que el Señor de la Gloria no prohibió eso. De hecho, en el mundo existen millones de representaciones, esculturas, cuadros, etcétera, ante las que Yavé se recrearía y se alegraría al reconocer en ellas el genio de los hijos del hombre. ¿Podría enojarse su sabiduría, su sentido de la belleza y de la estética ante la escultura de Moisés o de David? ¿Castigaría a un padre que hiciera una talla o un retrato representando a su hija? Y sabiendo que no era más que una cuestión de tiempo, ¿prohibiría a un hombre hacer una fotografía de la mujer a la que ama? ¿O acaso una fotografía no es una imagen?
No; de ninguna manera. Yavé no prohibió que se hiciesen imágenes. El hombre podía y debía hacer representaciones; muchas representaciones e imágenes, y cuanto más bellas, mejor. Yavé, lo único que prohibió, lo dejo ordenado así: “no te postraras ante ellas, y no las servirás...”. Y nuevamente insistió en Éx. 32, 8: Bien pronto se han desviado del camino que les prescribí. Se han hecho un becerro fundido y se han prosternado ante él, diciendo: Israel, ahí tienes a tu Dios… De aquí se desprende, que al fabricar el becerro no habían vulnerado el pacto, sin embargo, al darle adoración y servirle como a un dios, quebrantaron la alianza. Eso es lo que no consintió. El Señor del Cosmos nunca se opuso a que se hicieran representaciones. Únicamente prohibió que se hiciesen imágenes con el propósito de ser adoradas. No hagáis conmigo dioses de plata, ni hagáis dioses de oro. No hagáis representaciones mías ni de nadie ni de nada con el objeto de postraros ante ellas y adorarlas.
En Dt. 4,23 se dice: Guardaos de hacer imagen esculpida de cuanto Yavé, tu Dios, te ha prohibido. Reparemos en esto: solamente... de cuanto te ha prohibido.
La sabiduría del Señor de la Gloria percibía, con la inmensa lucidez de su inteligencia, que el hombre no precisaba de un dibujo, de una imagen, de una talla o de una escultura para caer en la idolatría; bastaba que esos hombres se postrasen para adorar al sol, a la luna, a un árbol, a un animal, etcétera. Yavé no se enojó por la construcción del Becerro de Oro, sino por el hecho de que fuese motivo de adoración. Porque el becerro era únicamente eso: un dios, un ídolo. Así consta en Éx. 32, 23, cuando el pueblo pide a Arón: Haznos un dios que marche delante de nosotros.
Por lo tanto, y como era lógico suponer, no fue infringido su mandato por aquellos artesanos que crearon y cincelaron los querubines y, por supuesto, no existió contradicción por parte de Yavé. Otra cosa hubiera sido, si los querubines hubiesen recibido adoración, pero nunca, nunca, ocurrió así. Eran los ángeles y “guardianes” del arca, y punto.
Este asunto relacionado con la supuesta prohibición de imágenes resulta bastante evidente; pero si alguien o “alguienes” pretenden afirmar que Yavé no permitía que Leonardo pudiese pintar el cuadro de Madona Lisa de Giocondo, si existen personas opinan así, yo solamente puedo reconocer y aceptar que están haciendo uso de su derecho a pensar diferente. ¡Faltaría más!
Y como nosotros sabemos que Yavé permitió que se tallasen imágenes, y que lo único que prohibió, con gran sofoco y disgusto de los sacerdotes y santeros, fue que esas imágenes recibiesen adoración, seguimos en el tema de los querubines que, como se verá, es bastante interesante. Mejor dicho, por su carácter diferenciador con la típica representación de los angelotes del arca, el interés de este asunto, es más que bastante.

¿Por qué dos querubines? ¿Acaso no bastaba con uno? ¿Desde cuando necesitamos dos ángeles de la guarda? ¿Por qué de esa forma y en esa posición? ¿Por qué ese versículo 22: ...entre los dos querubines hablaré contigo? ¿Por qué no se escucha la voz de Yavé en otro sitio? ¿Por qué formarán un solo cuerpo con el propiciatorio? ¿Por qué saldrán del propiciatorio mismo? ¿Por qué debe estar de cara uno al otro? ¿Por qué mirando al propiciatorio?
Al parecer, a nadie, y durante tres milenios, le ha parecido extraña tanta exigencia y tan gran número de precisiones. Y si acaso les ha llamado la atención, ni tan siquiera se han planteado buscar una respuesta. Ya se sabe: a Dios solamente puede comprenderlo Dios. Sin embargo, eso no es así; ni mucho menos:
Dios no vino hasta nosotros para hablar con Dios. Cuando Dios sólo quiere hablar con Dios, se queda en su casa.
Después de leer muchísimas veces, y meditar, una por una, las palabras, especificaciones y características que Yavé dispuso para esas dos figuras llamadas querubines, llegue a una conclusión:
O consentimos y transigimos en afirmar que el Señor del Universo era un caprichoso de tomo y lomo, o por fuerza, todo esto debe tener una lógica explicación.
Y, ¿por qué no va a tenerla?; ¿para incrementar el número de misteriosos misterios?
Lo primero que debían hacer aquellos artesanos hebreos era construir una tapa maciza de bronce, de una superficie exacta y suficiente para cubrir la parte superior del arcón del testimonio. Para ese proceso se ajustarían al procedimiento utilizado ya en el Egipto de aquella época, consistente en la preparación de un molde en arcillas en el que se vierte el bronce, que al solidificarse configura esa tapa, que con posterioridad, y por una de sus caras, debe ser pulida. Es una plancha de dos codos y medio de larga y un codo y medio de ancha; exactamente las mismas medidas de la parte superior del arca.
El lector habrá observado que no se menciona el grosor o altura de esa plancha.
¿Y saben ustedes la razón por la cual no consta el grosor o altura que presenta aquella tapadera?
Pues, sencillamente, porque una vez finalizada su elaboración, el kapporet no presentaba una altura homogénea; su alzada era muy distinta en cada punto del propiciatorio.
Y aquí viene lo bueno:
Esa plancha, esa placa de bronce, debe tener el grosor suficiente para permitir el tallado o cincelado de dos figuras en relieve que representan a los dos querubines.
Porque eso, y no otra cosa, TALLADOS EN RELIEVE, es lo quiere describir el cronista, cuando, con su muy particular manera de redactar y detallar, y según consta en diferentes traducciones, dice: los dos querubines saldrán del propiciatorio mismo. Del propiciatorio haréis que surjan los querubines. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio…
Porque eso, y no otra cosa, TALLADOS EN RELIEVE, es lo quiere describir el cronista, cuando, con su muy particular manera de redactar y detallar, y según consta en diferentes traducciones, dice: los dos querubines saldrán del propiciatorio mismo. Del propiciatorio haréis que surjan los querubines. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio…
Cuando los hombres hemos podido contemplar en grabados, pinturas, tallas, incluso en películas, una representación del Arca de la Alianza, hemos observado, que colocados sobre la tapa, había un par figuras de piadosos y alados angelotes arrodillados y con las alas extendidas. Con muestra de nuestra ostentosa y majestuosa ignorancia, sobre la tapa del arca habíamos instalado un retablo, una preciosa, beata y orante representación de una reverente adoración. Y eso no es mas que un error. Un error muy bien asentado en la torpeza; un error muy sólidamente fundamentado en la ignorancia, pero al fin y al cabo, un error. La realidad es que en aquella tapa se talló; de aquella plancha “se hizo surgir”; de aquel bloque de bronce "salieron" las imágenes en relieve de dos genios protectores. Dos querubines que formarán un cuerpo con el propiciatorio.
Posiblemente, los artistas iniciaron el cincelado en cada uno de los extremos del propiciatorio. La primera parte se labraría en bajorrelieve para, según se avanzaba hacia el centro de la plancha, ir incrementando el realce hasta llegar a tallar la cabeza en alto relieve. Es muy probable que las alas extendidas estuviesen esculpidas también en un relieve bajo, puesto que en realidad, lo que de verdad importaba, y lo único que se debía resaltar suficientemente, eran las cabezas.
Con estos trabajos, Besalel y Oliab se limitaron a reproducir las tallas existentes en algunos sarcófagos y armarios egipcios, donde se aprecia labrado en la superficie lisa, el realce o relieve de unos genios o diosas que, con las alas extendidas, aparentan cubrir y dar su protección al contenido de su interior. Esto es todo lo que hicieron. No colocaron dos esculturas o figuras de ángeles o de genios en los extremos del propiciatorio. Lo que aquellos artistas egipcios llevaban haciendo durante siglos, era "hacer surgir" de las tapas y laterales de armarios y urnas, las figuras de unos genios protectores.
Como pueden apreciar los lectores, el asunto tampoco era tan complicado. No obstante, aquella gigantesca ignorancia sacerdotal, junto con sus desastrosas traducciones, ladrillo a ladrillo y siglo tras siglo, había construido un resistente muro que ocultaba la visión de la sencilla verdad.

Ahora, en estos tiempos en los que conocemos la radio y la televisión, podemos comprender con toda claridad que Yavé no se encontraba en el interior del Arca. Pero entonces, y para aquellas gentes, si la voz salía del Arca, era porque en su interior se encontraba Yavé, o al menos, el ángel-espíritu de Yavé. Todos, o casi todos los lectores recordarán, cuando siendo niños, buscaban a los enanitos dentro de la radio o del televisor.
Yavé ha mandado construir un arca, y sobre ese arca debe colocarse una gruesa tapa. Si tallados o cincelados en esa tapa ––no sobre esa tapa––, hay dos querubines; si los querubines tienen boca, y si en el espacio entre los dos es donde el sumo sacerdote Arón podrá oír su voz ,es, sencillamente, porque Yavé tiene la intención de utilizar todo ese conjunto para que su voz ––la voz de su espíritu, o sea, la voz de su ángel––sea escuchada por los hombres.
En contra de lo que en muchas ocasiones, de una manera interesada y absurda, se ha pretendido que creamos, Yavé no busca el misterio, ni el hermetismo, ni mucho menos la confusión de los hombres. El hombre no entendió porque tenía otras preocupaciones más urgentes, ––por ejemplo, buscar el condumio diario, que no es un capricho ni mucho menos––, o porque, igual que ocurre ahora, “pasaba mucho”, pero no porque le fuese imposible de comprender. También pudo ocurrir, que nuestros padres fueran convencidos de que no debían pensar, y para ello, incluso les atemorizasen con un castigo inmediato a base de pedrada o de hoguera, y naturalmente, y a más largo plazo, con una condena con infiernos llenos de torturadores; y por supuesto, en la totalidad de los casos, con una semi velada amenaza haciéndoles ver que era más adecuado y conveniente, que otros hombres más poderosos, que se autocalificaban como más doctos y mejor preparados, pensasen por ellos. Como ya sabrán todos los lectores, esas afirmaciones realizadas por los “sagaces” sacerdotes, que hacen referencia a la imposibilidad humana de comprender a Dios, y que con los años dieron origen a los socorridos misterios, no son otra cosa mas que el resultante de su propia ignorancia y la consecuencia lógica de unas erróneas e interesadas interpretaciones. Los doctos sacerdotes levitas siguieron un camino imposible; un escabroso sendero que les conducía derechitos a un lugar que se llama ninguna parte; y como no podía ser de otra manera, se equivocaron estrepitosamente. Entonces, en lugar de admitir humilde y sinceramente su error, reaccionaron forzados por el orgullo, la soberbia y, por supuesto, por el deseo y la necesidad de mantener el poder y llenar la olla. Desde aquel momento, y sirviéndose de la amenaza, afirmaron que todo "aquello" era imposible de entender por la sencilla razón de que Dios no quería ser entendido.
Pero eso no es así. Y no es así, por la también sencilla razón, de que Yavé lo explicó con toda claridad. Por supuesto, que él sabía que durante muchos años el hombre preferirá la magia, lo sobrenatural y el misterio; cualquier cosa, antes que una interpretación racional. Pero al mismo tiempo también sabía que todo tiene su ciclo y que esas épocas de magia y de ocultismo llegarían a su término. Naturalmente, esto sucedería con el permiso de brujas, brujos, pitonisas, pitonisos y algún que otro ejemplar de sacerdote.
El propiciatorio tenía una misión doble. Y cada uno de los dos cometidos, era por sí mismo extraordinariamente importante, y además, complementario el uno del otro.
La primera y más evidente finalidad era cubrir y cerrar casi herméticamente el arca, soldado y sellado, imposibilitando su apertura. D esta manera, en su interior, et per in secula seculorum, quedarían encerrados y protegidos el Testimonio de Piedra y unos objetos que permitirían la audición de la voz de Yavé.
La segunda utilidad del Propiciatorio, “la propiciaban”, conste esta voluntaria e rebuscada redundancia, los relieves tallados que representaban a los dos querubines. Si la voz de Yavé se escuchaba entre los querubines es lógico suponer que no procedería de las orejas, de los ojos o de la nariz, sino que provenía de la boca de estos “genios”. No es muy difícil comprender, que a través de esas bocas, que apenas resultaban visibles por la posición de los rostros, pues según consta miraban al propiciatorio ––con el rostro vuelto (inclinado) hacia en propiciatorio––, se establecía comunicación con el interior del arca. Estas horadadas bocas de los querubines, son las que impiden que la tapa cierre y aísle total y herméticamente el interior del arca, y como consecuencia, facilita y “propicia” una necesaria e imprescindible conexión interior-exterior.
Por supuesto, no hablaba ningún ángel-querubín, pero de allí, de aquellas bocas, salía la voz de ese otro “ángel” anunciado y prometido por Yavé en Éx. 23, 20-23; 32,34 y 33, 2. De aquel “ángel” de quien dice Yavé: “...escucha su voz”.
Desde el interior de aquel arca que estaba cubierta por esa tapa propiciatoria, que a su vez estaba oculta por un velo que le protegía contra el polvo; a través de las bocas humanas de esas figuras labradas a cincel que se conocen como ángeles-querubines, desde allí, hablaba el ángel que lleva el nombre de Yavé.
Y, puesto que en numerosos versículos se hace constar que Yavé hablaba entre los querubines, hemos deducido que ese era el lugar de óptima audición. Y ¿donde se escucha mejor una voz procedente de una radio? Pues, sin la menor duda, entre sus altavoces.
Dentro de aquel cajón se instalan unos pequeños altavoces. Las paredes metálicas del interior del arca actúan como caja de resonancia, y a través de las bocas de los querubines, simplemente se facilita la salida al exterior de la voz de Yavé.
Así era el tallado propiciatorio, y así era como Moisés escuchaba la voz de Yavé-Dios, desde en medio de los dos querubines.
Así era el tallado propiciatorio, y así era como Moisés escuchaba la voz de Yavé-Dios, desde en medio de los dos querubines.

Primero: Que el propiciatorio era la tapa del arca y que tenía una doble misión:
Uno. Cerrar ––sellando o soldando herméticamente el arca, sirviéndose de la moldura––. Esa hermeticidad sólo se quebraba mediante las ahuecadas bocas de los querubines.
Dos. Hacer surgir la voz de Yavé a través de las bocas de los querubines.
Segundo: Que los querubines habían sido tallados en relieve en la parte superior de esa tapa, y que por lo tanto, formaban un solo cuerpo con el propiciatorio.
Tercero: Que ni Moisés, ni los artesanos Besalel y Oliab, incumplieron el pacto de la Alianza cuando tallaron las imágenes de los querubines.
Cuarto: Y por supuesto, hemos de reconocer y de aceptar, que Yavé no se contradijo al dar la orden de su construcción, puesto que sólo había prohibido la creación de imágenes destinadas a ser adoradas.
Y después de haber estudiado el Tabernáculo y el Arca, ahora con el Propiciatorio hemos conocido un poco mejor otro de los utensilios que se construyen por mandamiento de Yavé. Veamos a continuación otro mueble-artilugio. Un utensilio que nos ha llegado absurdamente disfrazado de Mesa para los panes.

No hay comentarios:
Publicar un comentario